Hoy, 3 de mayo, se celebra el Día de la Santa Cruz, una de las fiestas de mayor arraigo en Yucatán. Hay alrededor de diez celebraciones en poblados como Chicxulub, Maxcanú, Sacalúm y Tecoh. Antiguamente se celebraba con una cruz de madera adornaba con flores de mayo (plumeria alba), especie vegetal de la cual narraremos sus leyendas.
Santa Cruz adornada con flores de mayo Fotografía: José Alonso Ambrocio Ríos |
Una de ellas, llamada "Leyenda de la Flor de Mayo", cuenta el origen misterioso del árbol de la Flor de Mayo, llamado así porque generalmente florece en el mes de mayo. Este relato aparece en el libro "Amerindmaya", del escritor Luis Rosado Vega, y en el libro "Leyendas Mayas y Quichés", del padre Jesús Azcorra Alejos, rector de la Iglesia Santa Luisa de Marillac.
Leyenda de la Flor de Mayo
Hubo una vez un hombre maya que a diario contemplaba enamorado a las estrellas, sobre todo las de la constelación de la Cruz del Sur. Estaba casado con una linda mujer, pero no podían tener hijos y eso lo deprimía bastante. Por eso, pedía fervientemente a los dioses que le concedieran la dicha de tener una hija tan bella como las estrellas que reverenciaba. Y los dioses, al escuchar tan intensos ruegos, decidieron cumplirle el deseo.Sucedió que su mujer quedó embarazada y en el mes de mayo dio a luz a una niña muy bella, pero su piel no era oscura como la de los mayas, sino más bien pálida como luz de luna. Y eso era así porque los dioses habían dispuesto que naciera una estrella de la esposa de aquel hombre.Pero la niña era delicada como una flor y su piel era blanca color de cera. Por eso la llamaron Sac Nicté, que en maya significa flor blanca. Y todas las noches la pequeña miraba con devoción a la Cruz del Sur, recordando con tristeza cuando era una estrella.Al crecer, la salud de Sac Nicté se fue deteriorando. Cada día era más débil y su piel se volvía más blanca. Sus angustiados padres pidieron la intervención de los mejores chamanes, quienes la examinaron y le dieron toda clase de pócimas. Pero todos sus esfuerzos y conjuros fueron ineficaces frente a esa rara enfermedad. Hasta insinuaron que era voluntad de los dioses que Sac Nicté regresara al cielo, de donde había venido para complacer el deseo del padre.No pasaría mucho tiempo después de aquel presagio. Era el mes de mayo cuando la niña Sac Nicté murió, en el mismo mes en que los campos se visten de flores y se enciende en el cielo nocturno la Cruz del Sur.El indígena estaba desconsolado, pero una noche soñó que su hijita le decía:−Padre, no llores más, pues ahora estoy bien. He regresado al cielo, al lado de mis hermanas, las estrellas, pero cada mayo mi alma volverá a la tierra convertida en flor.Y el sueño del indígena se cumplió, pues al año siguiente, cuando reapareció la Cruz del Sur, sobre la tumba de su hija brotó un árbol que cada mayo da flores blancas y bellas como las estrellas, por lo que se conoce con el nombre de la Flor de Mayo.
Existe otra leyenda, llamada "La Capilla de la Flor de Mayo", que aparece en el libro "Leyendas Izamaleñas" del escritor Ramiro Briceño López, la cual narra el milagro que originó la construcción de esa capilla y muestra la antigua tradición de ofrendar flores de mayo blancas a la Virgen María. Ambas leyendas cuentan la historia de una niña devota que fallece en el mes de mayo; y en mayo del año siguiente, en el sitio simbólico de su muerte, aparece milagrosamente la flor de mayo.
La Capilla de la Flor de Mayo
En el poblado de Izamal, Yucatán, vivía una familia muy pobre, formada por un campesino, su esposa y su pequeña hija, llamada Flor. Cada día tres de mayo acostumbraban ofrendar un ramo de flores de mayo blancas a la Virgen María, y la niña siempre quería que la dejaran a solas con la imagen. Una vez en el altar, Flor le pedía a la Virgen:−Virgencita, por favor haz que mis padres puedan encontrar los medios necesarios para salir de su pobreza.Pasado el tiempo, sus padres lograron encontrar trabajos que les permitieron tener una vida mejor.Flor tenía muchas amiguitas en el barrio donde vivían, y un día fueron a jugar a la plaza de Mayo. Estaban correteándose entre sí, cuando, de repente, Flor resbaló y cayó fuertemente, fracturándose la espalda, y ya no pudo levantarse. Como Flor era muy querida entre la población, varios médicos acudieron a atenderla, pero no pudieron evitar que la niña quedara paralizada de la cintura a los pies. Fue así que Flor tuvo que usar una silla de inválida, pasando la mayoría del tiempo sentada, sin poder caminar y mucho menos correr con sus amiguitas, como tanto le gustaba.Al llegar el siguiente tres de mayo, Flor quiso que la llevaran en su silla de inválida a ofrendar flores a la Virgen. Como siempre, pidió a sus padres que la dejaran a solas con la Virgen, y luego le dijo:−Virgencita, te agradezco mucho que me hayas concedido lo que te pedí para mis padres. Pero ahora te pido otro deseo: Haz que yo vuelva a caminar; y si eso no es posible, llévame contigo.Por esos días, la Virgen sería llevada a Mérida y en su camino pasaría por la plaza de Mayo. Al saberlo, Flor pidió a sus padres que la llevaran a ver la procesión. Justo cuando pasaba la Virgen, ante el asombro de los fieles, Flor se levantó de su silla, caminó varios pasos y luego cayó muerta. Nadie pudo explicarse cómo sucedió aquello, pues todos conocían a Flor y sabían que no podía caminar. Este hecho causó gran dolor a sus padres, pero también gran consuelo, porque se habían cumplido los dos deseos de su hijita: caminar y que la Virgen se la llevara consigo.El siguiente tres de mayo, el lugar donde la niña murió estaba cubierto con flores de mayo blancas. Este milagro se repitió durante varios años más, hasta que los izamaleños acordaron edificar la capilla que, en memoria de aquella niña devota, se llama “Capilla de la Flor de Mayo”.
Mayo, mes primaveral y de flores, dedicado por la Iglesia a la Virgen María.
En la Península de Yucatán subsiste una antigua tradición donde filas de niñas y jovencitas vestidas de blanco van a los templos llevando consigo canastillas de flores de mayo blancas para ofrendarlas a la Virgen durante el mes de mayo. Las iglesias transpiran un místico aroma que nos hace pensar en inocencia y pureza. Esta costumbre, casi desaparecida, está presente también en Guatemala, particularmente en la Isla de Flores, donde unas cuantas familias continúan encargándose de preservar la tradición de enhilar flores de mayo para adornar los altares de la Virgen María.